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Calles inundadas, contenedores de basura y autos que eran arrastrados rápidamente por el agua y el colapso de los sistemas de desagüe fueron algunas de las consecuencias del furioso chaparrón que sufrió Montevideo durante poco menos de una hora el pasado 22 de febrero
No digo nada nuevo al expresar que el cambio climatico, producto de la irresponsabilidad del ser humano, ya es un hecho. Si bien se nota mayormente en fenomenos climaticos, este afecta tanto a los animales como a los vegetales. El ser humano ha dañado profusamente el ecosistema, originando los graves perjuicios que todos conocemos, pero que se hacen más latentes cuando se manifiesta a través de estos fenomenos, ya que nos tocan muy de cerca.
Durante la primavera del 2009, y buena parte del verano del 2010, el norte uruguayo se vio literalmente sacudido por severas inundaciones que causaron centenares de evacuados, y perdidas materiales importantes. Sin embargo, muchos de nosotros no habiamos tomado cabal conocimiento de lo que representa estar en esa situación, por encontrarnos al sur del Rio Negro, y por consiguiente fuera del alcance del referido fenomeno. Pero el 22 de febrero muchos sintieron en carne propia ver como se inundaban calles y casas. Asi, nueve personas fueron evacuadas de viviendas precarias del Cerro como consecuencia de la inundación producida por el intenso chaparrón producido ese dia en horas de la tarde. La lluvia provocó que muchas casas quedaran anegadas y que varias calles resultaran completamente inundadas.
Algunas zonas en Montevideo, como unos pocos cruces en el centro y la zona de Avenida Libertador y La Paz, se convirtieron en piscinas improvisadas, que provocaron el arrastre de contenedores de basura, autos y caos en el tráfico. Los sistemas de desagüe colapsaron y recién pudieron absorber el sobrante de las lluvias cuando la lluvia comenzó a amainar.
El intenso aguacero golpeó el lunes 22 de febrero a Montevideo por sorpresa e inundó varias partes del centro de la ciudad, sin causar daños graves ni heridos de consideración. La tromba de agua se desató en horas de la tarde, cuando la mayoría de los ciudadanos se aprestaba para regresar a sus hogares y las oficinas y comercios cerraban sus puertas.
Pese a que el cielo había estado cubierto durante todo el día, nadie esperaba la intensidad de la lluvia, que por casi media hora cayó con una intensidad tal que apenas se podía ver más allá de un par de metros. La lluvia llegó acompañada de un fuerte viento que derribó varios árboles. En pocos minutos, las calles cercanas al puerto y al río quedaron anegadas y la presión del agua hizo saltar la tapa de varias alcantarillas.
Varios vehículos quedaron aislados por el agua y fueron arrastrados por la corriente, mientras los ciudadanos pugnaban por cruzar las calles, convertidas en ríos, donde el agua llegaba a la altura de la rodilla. Poco después, la lluvia cesó tan rápido como había venido y la ciudad recobró la normalidad sin mayores problemas.