Las autoridades de la Iglesia Católica se han visto obligadas a mencionar, junto a los habituales temas pascuales, la pedofilia. Tan grande es el escándalo.

Quienes tienen el poder de hacerlo, deben poner fin a esas situaciones radicalmente, alejar a los delincuentes de sus filas, y denunciar toda situación de este tipo. Lo que no se le permitiría a un club deportivo de barrio, mucho menos puede permitírsele a la institución religiosa tal vez más visible del mundo.

Por otra parte, bueno sería que, en estos tiempos modernos, se analizase mejor la personalidad de aquellas personas que aspiran a desarrollar su trabajo religioso en la Iglesia. Solicitando el asesoramiento, que pueden encontrar fácilmente. Solicitando una auditoría realmente independiente en el tema. Pueden determinarse estas tendencias en la personalidad a través de test y cuestionarios. Puede investigarse qué está pasando, pero de verdad, en profundidad, sin silencios cómplices (el cómplice de un pedófilo es dos veces pedófilo).

Si bien el desorden moral de un pedófilo no tiene nada que ver con un voto de celibato... (sería como decir: a un hombre que tiene prohibido tener relaciones sexuales, se le da por la pedofilia) también sería bueno que dejaran de poner en el centro de la vida de una persona la grave cuestión de guardar el celibato, sobre todo en la depresiva calma de un domingo de tarde, cuando los demás salen a jugar a la plaza con los niños.