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Para Santiago, por las cosas que tenemos en común
Walter, hijo cariñoso que siempre había vivido con su madre, estaba listo para pegar el salto. En la residencia del Consul honorario de Irlanda había quedado flechado y a la primera oportunidad se zambullia en la piscina.
“Mi hijo tiene que hacer una pasantía, es una semana en una empresa, no sé que hacer”
-“Perdoname Patricia que me meta-dijo Walter-, pero yo soy dirigente de un poderoso club amateur de baskettball de mi barrio, capaz la puede hacer conmigo, yo no tengo problema, ¿es Santiago?”
-“Si, es él, ¿no te molestaría? Está en esa edad…”
-“Por favor, para mi es un placer, modestia aparte creo que me voy a llevar muy bien con él esa semana”
Todos, menos Patricia, pudieron ver la audacia de este varón arrabalero que con sus cuatro décadas y media, y una camisa color mostaza, brillaba al meterse en las ligas mayores.
Santiago pasó cuatro de los cinco días en la sede. Hacía las tareas propias del “poderoso club” y algunas que alcanzaban las actividades privadas de los socios del mismo. Walter veía con alegría como el pasante cumplia todas las tareas que se le pedía.
Al cierre Walter lo llevaba a su casa, y siempre un pensamiento recurrente, “mañana tengo que llevar el auto a lavar, seguro el topolino tiene acción este fin de semana y la máquina tiene que brillar”.
El último día hábil de la semana comenta, “No le vayas a decir a tu mamá pero me están por nombrar presidente de la comisión fiscal honoraria de las afiliaciones senior del club. No quiero que piense que soy una persona muy ambiciosa.”
Hubo un silencio...
Por el contrario Walter, para mamá creo que serías “una persona muy modesta”.
En la foto puede verse a dirigentes y jugadores con el equipo nuevo del Club