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Estudiando el cerebro de Einstein se descubrió que tenía preferencia en pensar con impresiones sensoriales en lugar de con palabras. ¿Guarda esto relación con la felicidad? En este artículo te doy la repuesta
Tras su fallecimiento en 1955, el cerebro de Einstein se donó a la ciencia.
Después, un equipo de científicos dirigido por Dean Falk, del departamento de Antropología de la Universidad Estatal de Florida (EEUU), estudiando su cerebro descubrió que su mente tenía preferencia en pensar con impresiones sensoriales en lugar de con palabras.
¿Guarda esto guarda relación con la felicidad?
En este artículo te doy la repuesta.
¿Sabes lo que hacía Einstein cuando no encontraba solución a un problema de Física?
Tomaba su violín y lo tocaba hasta encontrarla (cualquier similitud con Sherlock Holmes, ¿es pura coincidencia?).
Esta sensibilidad especial por la música puede haber influido en el hecho que prefería las impresiones sensoriales en lugar de las palabras.
Desconozco si Einstein fue feliz; pero lo cierto es que darle importancia a las sensaciones y percibirlas desde lo más profundo tiene una estrecha relación con el desarrollo de la capacidad para sentir a la Vida.
Y los que son capaces de sentir a la Vida tienen mayores posibilidades de que la felicidad los acompañe.
¿Por qué?
Porque somos Vida y mientras más cerca estés de tu esencia, más dichoso te vuelves.
El entrenamiento de las sensaciones es tan importante que actualmente se utiliza en campos tan diversos como el llamado marketing sensorial, en carreras universitarias como el diseño industrial y la arquitectura y en terapias corporales como la biodanza.
Puede ser que, llegado a este punto, quizás argumentes:
Siempre estoy utilizando mis órganos de los sentidos, siempre tengo sensaciones, pero no por eso soy feliz.
Es cierto, porque el utilizar las sensaciones para sentir a la Vida es distinto a la utilización que le damos cotidianamente.
Las sensaciones se producen cuando los objetos (sean del exterior o del interior de nuestro organismo), actúan sobre nuestros órganos de los sentidos, excitándolos.
Y lo que ocurre frecuentemente es que cuando le prestamos atención a uno de esos estímulos, nos hacemos conscientes de las sensaciones que ellos producen y las racionalizamos; es decir la ponemos en palabras.
Esto se interpreta en nuestro cerebro como “sentir”, pero sentir a la Vida es otra cosa.
Por ejemplo, si yo te aprieto la mano y te pregunto, “¿qué estás sintiendo”? y tú me respondes: “un apretón de mano”; eso no es sentir, eso es racionalizar la sensación.
¿Por qué?
Porque si no intentas ponerle nombre y vas bien profundo a tratar de conectarte con lo que estás experimentado te darás cuenta que no es un apretón de manos, lo que estás sintiendo; sino presión.
Por eso, para sentir a la Vida tienes que dejar de racionalizar las sensaciones, es decir, dejar de conceptualizarlas, de catalogarlas y sencillamente permitir que ellas penetren fusionándote con la sensación.
Ahora mismo, mientras me lees, tu cuerpo está en determinada posición espacial, tu ropa está en contacto con tu piel, hay una determinada temperatura en el ambiente.
Te invito a que no racionalices nada de esto y trates de sentirlo todo como si todos tus órganos de los sentidos se abrieran y estuvieran sensibles a todos los estímulos sin tratar de identificar a ninguno.
Es como si tu atención no estuviera puesta en ningún estímulo en específico y quisieras captarlos todos a la vez.
Parece cosa de locos, pero prueba sin intentar buscarle una lógica o una explicación.
¿Sabes lo que ocurre si lo haces?
Sientes como una apertura y a la vez una agudeza de todos los órganos de los sentidos, te vuelves más sensible, te parece que tu mente ha dejado de pensar y experimentas una calma que no puede ser conceptualizada.
Créeme, eso es estar cerca de sentir al ritmo de la Vida y lo sabrás porque notarás la diferencia entre estar en este estado y el que vives cotidianamente producto del ritmo social.
Este se siente más natural, más auténtico. Y de hecho lo es, solo que lo has olvidado porque tus percepciones sensoriales han sido entrenadas para racionalizar las sensaciones y no para sentirlas.
Precisamente en el libro que estoy preparándote dedico todo un capítulo a brindarte una comprensión más amplia de cómo puedes meditar utilizando a tu cuerpo y lograr una mayor conexión con el ritmo de la Vida.
Antes de terminar te voy a ser cómplice de un descubrimiento:
Por muchos años me he dedicado al estudio de las vidas de grandes personalidades y sabios y, como en el caso de Einstein, he hallado que por regla general le han atribuido más importancia al sentir que al pensar, se han inclinado más por la intuición que por la razón.
¿Lo haces tú?
Ahora sí finalizo, pero con una gran petición:
Si te decides a practicar lo que te propongo en este artículo, por favor, coméntame tus experiencias.
Será de gran ayuda para mí y para todos.
MUCHAS GRACIAS.