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Celebramos un año más el merecido Día de la Madre, el cual gira alrededor de nuestras progenitoras quienes nos han traído al mundo y se entregan a su familia con el amor incondicional que las caracteriza.
No debemos pasar por alto esta fecha para reflexionar sobre el Don de la maternidad.
La palabra matrimonio se deriva de la expresión latina ‘ matris munus’ , oficio de madre. Por eso acostumbramos a decir que un hogar es lo que es la madre, que la madre llena el hogar.
La aureola con que se ha rodeado siempre la figura de la madre no tendría razón de ser si se limitara a traer hijos al mundo. Madre es la que da la vida, pero su labor apenas comienza, ella cuida y nutre esa vida tanto en el aspecto material como en el espiritual de forma vitalicia.
El rol de madre nunca termina, es algo inherente a ella, aunque los hijos estén mayores y se hayan ido de casa, ella perpetuará en sus corazones, nunca dejará de gozar por sus triunfos y sufrir por sus dificultades.
Mujer, mamá, esposa y trabajadora al mismo tiempo
Los innumerables roles que desempeñan las mamás, las hacen únicas e irreemplazables, gracias al innato Don de la maternidad encarnado en la Virgen María y otorgado por Dios a las mujeres para que fueran ellas las madres de la humanidad.
Ser ama de casa, llevar las riendas del hogar, educar y cuidar a los hijos, ser una buena trabajadora, ser una mujer bella por dentro y por fuera, ser una esposa amorosa; son sólo algunas de las exigencias que las madres deben enfrentar a diario.
Ha veces les demandamos tanto, que sin intensión, terminamos por agobiarlas hasta el punto de considerarse extenuadas.
Las mamás también tienen derecho a sentir cansancio, a tener un mal día, a llorar "supuestamente" sin tener razón. Ponernos en los zapatos de mamá, nos hará entender su agitado mundo y reflexionar sobre cómo los hijos y el esposo pueden ayudar.
Una obra en silencio
Como dice el relato Homenaje a las madres invisibles, el trabajo de las madres es como la de los constructores de enormes y antiguas catedrales, quienes trabajaron toda su vida en una obra que nunca verían terminada.
Hicieron grandes esfuerzos y nunca esperaron crédito. Su pasión por el trabajo era alimentada por su fe y por la convicción de que nada escapa a la mirada de Dios.
Este relato cuenta la anécdota de un hombre poderoso que fue a supervisar la construcción en una de estas catedrales y se encontró con uno de los trabajadores que tallaba un pajarito en una de las vigas de madera que sostendrían el techo.
Curioso, le preguntó por qué perdía su tiempo tallando esa figurilla en una viga que nadie vería ya que sería cubierta con yeso, y le respondió: ‘ Porque Dios si lo ve’ .
Ningún esfuerzo o sacrificio que hacen las madres pasa desapercibido ante los ojos de Dios, porque ningún un acto es demasiado pequeño para que Él no lo vea y lo haga sonreír.
Las madres están construyendo una gran catedral, sólo que ahora no pueden ver en lo que sus esfuerzos se convertirán.
¡Feliz día mamá!
Fuente: lafamilia.info