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Cómo no vender por teléfono

10/12/2011 11:50 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

El libro "Cómo vender por teléfono y tener éxito en una semana" esquematiza los pasos a seguir en una buena venta por teléfono. Pero, ¿a las diez de la noche?

Suena el teléfono. Son más de las diez de la noche, detalle fundamental para que cualquiera se imagine lo peor, sobre todo si se acaban de terminar las noticias. Así que, por decirlo de alguna manera, me siento en la obligación de ir corriendo a socorrerlo. Son apenas dos metros desde el sofá, pero aun así hay que hacer el esfuerzo. Así que voy, con el porte de una persona adulta y madura que soportará estoicamente cualquier tipo de noticia por terrible que sea. Tras rallar sin querer la mesa con el empeine de la rodilla, una de mis manos consigue descolgar el aparato. Quién es, digo con poco convencimiento, intentando sofocar los gritos que suben desde la rodilla hasta la garganta. Como nadie contesta, doy una segunda oportunidad y vuelvo a preguntar, rodilla en mano. Quién llama.

No lo vi venir, inconsciente de mí, suponiendo intranscendental la pregunta. Escucho entonces un pitido. Luego un poco de silencio y por fin emerge una voz.

La señora de la casa, supongo.

Yo, como acto reflejo, me siento sobre el sofá, mirando con mucho odio la mesa de cristal, que ni parece haberse dado cuenta. Quién es, vuelvo a repetir, esta vez con voz de gigante muy viril. La señorita se disculpa. Y acto seguido, sin más confianza, va y me suelta un anuncio publirreportaje sobre las ventajas que ofrece cierta compañía de teléfono. De primeras, intento cortarla sin florituras: pero qué me está contando, señorita, pero resulta que ella es más rápida. Parece haberse aprendido un discurso de siete minutos que milagrosamente consigue comprimir en uno y medio. La muy operaria no deja espacio ni para coger aliento. Yo trago saliva. Estoy tentado a colgarla pero seguro que no hay árbol demasiado alto. Ella continúa, dale que te pego. ¡Seguro que hasta que no se desahogue y me cuente enterito el anuncio no se queda a gusto! Da lo mismo. Apenas consigo hacerla caso. Con el rabillo del ojo, me entretengo con los anuncios de la tele: un grupo de vecinos se han reunido todos en el patio de su casa para decidir las tarifas que quieren pagar por hablar por teléfono. Ya temo lo peor. En cuanto se pongan de acuerdo me llaman a casa para contármelo. ¡Pues que se pongan a la cola!

Espere un momento, señorita, interrumpo el discurso que ya ha terminado, ¿puede decirme desde dónde me llama? Ella parece no comprender así que repito la pregunta, quiero saber el lugar donde encontró el auricular que está utilizando ahora para hablar. Correcto, me dice ella. Yo me dispongo a escuchar. Ella titubea. Espero.

¿Está todo correcto, señor?, me dice de repente. A punto estoy de darle a la tele con el auricular. Pues, verá, no, nada correcto, salvo que quiera contestarme la pregunta. Ella, que no sabe si comenzar de nuevo con el discurso, se hace la ingenua. No entiendo, señor, ¿desea contratar la oferta con alta de línea gratis, cuota mensual con un descuento adicional del 3% si se decide por la tarifa Unicornio XLL con permanencia en exclusividad y además de regalo la línea ADSL que le costará la mitad de precio durante los primeros quince días?... ¿Ehink? Yo sigo en mis trece. Utilizando, esta vez, la sutilidad. Que me diga de dónde llama, leñe. El tono parece haber hecho efecto: ella, por fin, responde a la pregunta. Correcto, señor, le estoy llamando desde la primera compañía de telefonía…

Nada, que al fin tengo que colgar sin conocer el dato. Parece mentira la temible consideración de estas compañías. ¡Tan mal como va el país y ellos llevando trabajo a otro lado! Pues, por una vez me gustaría escuchar un acento que no suene tan lejano, que si la empresa está aquí, los clientes viven aquí, y los dueños viven en cualquier parte menos allí, no entiendo por qué el servicio sí ha de hacerse tan lejos. Aquí, al menos, algo de trabajo proporcionaría. Y a horas más comerciales.

Temiendo lo peor, busco y encuentro alguna información interesante. Se trata de un libro titulado “Cómo vender por teléfono y tener éxito en una semana”, que circula por la red. Uy, qué interesante. Tiene siente capítulos, como días de la semana, durante los cuales esquematiza los procesos más importantes para realizar una buena venta.

El lunes nos hablan de lo importante que es emitir una buena imagen. Y a continuación predican sobre mojado alabando las ventajas de la venta telefónica. Se les olvida mencionar las desventajas, como las desafortunadas y continuas lesiones en la rodilla.

El martes lo dedican a aprender lo importante que es crear una oportunidad. Y citan algunos mandamientos que son la biblia para las teleoperadoras. Como el de “elegir bien el momento”. Y es verdad, bien que lo eligen. El momento de tocar bien las narices. Aunque, por otra parte, en ningún lado pone que a partir de las diez de la noche, después de cenar y con la tripa llena, se suelan producir esquemas mentales no lógicos que amodorren y provoquen un irrefrenable necesidad de querer cambiarse de compañía telefónica. Pero bueno, los expertos son ellos. Otro exitoso mandamiento trata la necesidad de “priorizar (no contarles a los clientes todo sino lo más importante en su caso)”. Los clientes, que somos nosotros, intentamos desde hace mucho hacer esto mismo con sus llamadas.

El miércoles se centran en las normas de una buena comunicación: “escuchar atentamente, ser educado, vigilar las pausas, sonreír…”. Este último rasgo es muy de agradecer, oiga. Luego, nos dicen cuales son las obligaciones de un buen oyente. Entre otras, “debe parecer un buen oyente, debe dejar de hablar, tiene que parecer interesado en hablar con la otra persona, no debe dejar que su mente vague”. La verdad, un placer de interlocutor.

El jueves establecen ya la estrategia en la llamada, estableciendo ya desde la primera frase unos patrones a seguir, enfocados a un control de la conversación. El viernes, qué poquito queda, enfocan la atención en tomar la iniciativa, controlar la llamada, equilibrarla si es necesario. El sábado están algo cansados y tan sólo se dedican a demostrar lo buena que es la repetición práctica de la teoría. El domingo lo dedican al equipo de ventas.

Después de una tan semana agotadora, mis ojos dejan de leer, con la siniestra convicción de que ésta no ha sido la última llamada que van a hacerme a las tantas de la noche. Resoplo y comienzo a hacer cálculos con los dedos. Seis, tal vez siete meses de permanencia me quedan. A ver cómo se lo explico a la señorita.

Al día siguiente no falla. Las lluvias generalizadas que atravesarán la península de este a oeste mañana desde primeras horas, como dice la tele, se pegan sobresalto cuando suena el teléfono. Realizo el ritual de siempre, rodilla en mesa. Cuando respondo, oigo el pitido, seguido del presagiador silencio. Luego una voz sonriente: la señora de la casa, supongo.

Así que no me queda otro remedio:

¡Correcto, señorita! Acaba usted de ganar el bote de sesenta mil euros… Tan sólo por haber adivinado cual era la frase oculta, “la señora de la casa”, y tan sólo por llamar al programa “La llamada ganadora”… ¡Sesenta mil euros! Supongo que estará contenta… Pero relájese, no se ponga nerviosa. Dígame, cómo se llama usted y desde dónde nos llama…

Mi nombre es Doris y le llamo desde Bogotá…

Muy bien, Doris. Pues tan sólo tiene que dejarme su número de contacto. Yo me encargaré personalmente de llamarla… ¡Ah, y por cierto!, no olvide que el bote de dinero será íntegramente para usted sólo en el caso de que no llame nadie más a este número para decirnos la frase oculta…


Sobre esta noticia

Autor:
Enrique Madrazo (65 noticias)
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Opinión
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